Lo veo desde fuera y no es normal

«Che, gallego, vení un poco«. Mis compañeros de trabajo (de laburo, dicen por acá) están leyéndose en voz alta un artículo de un digital español. «¿Esto es de verdad?». Suspiro y me acerco. La noticia informa de que la Audiencia Nacional ha condenado a dos años y un día de cárcel -esto es, a prisión efectiva- a unos chicos que forman un grupo de rap que se llama «La Insurgencia». Los acusa de enaltecimiento del terrorismo, aduciendo que, como los yihadistas, tienen una religión: «la lucha sindical obrera«.

Mi compañero termina de leer y todos me miran en silencio. Vivo en Uruguay desde 2013 y no es la primera, ni la segunda vez, que me ocurre lo mismo. Una mañana me preguntaron por los titiriteros que la Audiencia Nacional metió en la cárcel acusados de enaltecer el terrorismo. Aquí tuvo un montón de repercusión y hasta se recogieron firmas en el ámbito artístico para exigir su liberación. La última, hasta ahora, fue el 2 de octubre. Ese día hubo un festival de mostrarme vídeos con policías apaleando gente, preguntándome (bastante horrorizados) que «si nos habíamos vuelto locos».

No son gente especialmente politizada, mis compañeros. Al menos, no más de lo habitual en un país en el que el voto es obligatorio y donde es normal discutir, educadamente y con respeto, sobre el devenir político. Como muchos uruguayos, ven a España como «el primer mundo». Bastantes tienen antepasados españoles y unos cuantos, la nacionalidad. Alguno ha viajado o ha vivido en Barcelona, Mallorca o Madrid. Por eso no entienden lo que está pasando. Si España, razonan, es un país europeo, «del primer mundo», ¿cómo es posible que metan en la cárcel a gente por hacer canciones, a tipos que manejan muñecos o a chicas que se ríen en twitter de Carrero Blanco?.

Yo no sé qué responderles. No lo sé porque ya son casi seis años de emigración y, francamente, lo que nos está pasando no es normal. Un montón de cosas no son normales, y la lista es tan gorda que no sabría ni por dónde empezar: por supuesto, no es normal que se imponga pena de prisión por unas canciones de rap. Serán de mal gusto, pero la verdad es que también me parecen de mal gusto ciertas declaraciones de personajes públicos y no por eso se les mete en la cárcel.

Pero tampoco es normal que desde el ministerio del Interior se monte una policía política para reventar elecciones a base de tirar mierda sobre otros candidatos a dos meses de las elecciones.

 

Ni es normal que se manipulen las normas de la Judicatura para quitar, sistemáticamente, de en medio a los jueces o juezas que no gustan a determinado partido.

Tampoco es normal, qué queréis que os diga, celebrar unas elecciones con una serie de candidatos metidos en prisión mientras la ministra de Defensa declara que dichos comicios se han hecho para que los gane una opción determinada.

Ni medio normal es meter en la cárcel a centenares de personas que, como yo (y otros setecientos mil españoles) han emigrado para buscarse un futuro mejor, sin juicio ni asistencia legal.

Pero lo que más me impresiona es ver que a quienes lo padecéis directamente en vuestras propias carnes, porque vivís ahí, todo esto os parezca legal, coherente, proporcionado y ajustado a derecho. Que os parezca, en resumen, normal.

O será que el que ya no es normal soy yo: cosas de la distancia, imagino.

Artículo publicado en menéame por sinapacha