He Yinzhen: Sobre la venganza de las mujeres

He Yinzhen (1884-1920) fue una anarquista china, esposa de un destacado miembro del grupo anarquista de Tokio, Liu Shipei, y editora del periódico Tianyi bao («Principios naturales»), autora de numerosos artículos y ensayos. Aquí evoca un contexto particular, el de los últimos años de la dinastía Qing, gobernada por los manchúes -el pueblo del noreste- y no por los han, los últimos años antes del derrocamiento del poder y el inicio de la República de Sun Yat-sen en 1911. En él, discute el peligro de la recuperación nacionalista y xenófoba de la lucha contra el poder autoritario y la opresión de las mujeres en este contexto. También aprovecha para releer la historia china a la luz del anarcofeminismo.

A las mujeres de este país, ¿se les ha ocurrido alguna vez que los hombres son nuestros peores enemigos? ¿Son conscientes de que los hombres nos han subyugado durante miles de años? Los antiguos decían que los que abusan de mí sólo pueden ser mis enemigos. Pero así es como los hombres han tratado a las mujeres, y no hay una sola mujer que no haya sido abusada por un hombre. En consecuencia, no hay una sola mujer que no guarde rencor a los hombres. Los críticos comparan esta situación con la sumisión política de un súbdito a su príncipe, pero me atrevo a discrepar.

Es cierto que los hombres pueden ser oprimidos y deben someterse a un grupo determinado, al poder de un rey, a los capitalistas. Pero cuando esto ocurre, los que dominan y los que son dominados son, en ambos casos, hombres. La dominación del hombre sobre la mujer es de una naturaleza totalmente diferente. No se puede negar que una emperatriz ocupa una posición elevada y prestigiosa, pero nunca se cuestiona su propia sumisión a un hombre (a los hombres). En el otro extremo de la jerarquía, también hay mendigos cuya posición social no podría ser más baja, pero incluso una mujer mendiga no cuestionará su sumisión a un hombre (hombres). Esta situación no se limita en absoluto al pasado, y es tan frecuente en el mundo actual como siempre. Tampoco es una situación exclusiva de China, ya que también ocurre en otros países. No plantearía esta cuestión si las mujeres fueran consideradas una esperanza no humana. Pero como estamos incluidos en la humanidad, ¿cómo podemos tolerar esta opresión día tras día sin pensar en resistir?

El nivel de autoconciencia de las mujeres chinas suele ser muy bajo, y las que han llegado más alto se afanan en recoger las migajas de la palabrería falaz de los hombres sobre la revolución racial. No hay duda de que el gobierno manchú de la dinastía Qing debe ser derrocado, pero me gustaría señalar que un régimen o gobernante Han sería un desastre aún peor que los impuestos por el gobierno extranjero. Creo que cuanto más poderoso es un régimen dominado por los Han, peor es la opresión de las mujeres y las injusticias que se cometen contra nosotras.


Durante mucho tiempo, los Han veneraron al Emperador Amarillo como el ancestro de nuestro pueblo. El Emperador Amarillo tuvo veinte esposas, que dieron a luz a veinticinco hijos. Doce de ellos tenían apellidos diferentes, lo que indicaba el origen matrilineal. Después de esto, los reyes Shun y Wen se convirtieron en los grandes sabios de China. Shun tuvo tres esposas, mientras que se dice que Wen tuvo cien hijos. Esto parece atestiguar la prevalencia de la poligamia masculina entre los Han. El emperador Wu de la dinastía Han (156-87 a.C.), famoso por sus proezas militares, explotaba y violaba cruelmente a las mujeres, tan terrible como un monstruo. Ni siquiera perdonó la vida de sus esposas, cuando estableció la norma de que cualquier reina o esposa real cuyo hijo hubiera sido nombrado heredero directo del trono debía ser condenado a muerte. El emperador fundador de la dinastía Ming (Zhu Yuanzhang) basó toda su ilustre carrera en la expulsión de los invasores mongoles. También se le recuerda por decir que «si no debiera mi propia vida a una mujer, me habría deshecho de todas las mujeres».

¿No demuestra esta historia con suficiente claridad que no hubo un solo gobernante Han que no fuera enemigo de las mujeres? Si admitimos que todos los gobernantes Han han sido nuestros enemigos, ya no hay ninguna razón para que nuestra revolución se detenga en la mera abolición de la dominación extranjera. Debemos ir más allá y oponernos a la dominación política de un gobernante Han (masculino) y derrocarlo también. La razón por la que queremos acabar con la actual dominación manchú es que este pueblo extranjero nos ha impuesto su tiranía a las mujeres. Han permitido a los hombres ejercer el poder en el gobierno y extender su control dentro del sistema burocrático de este país. Por eso, la revolución para derrocar al gobierno manchú debe ser responsabilidad de las mujeres. Si nos dejamos guiar por el lenguaje xenófobo en respuesta a la retórica de algunos hombres, seremos como los hombres Han que en realidad ayudaron al gobierno manchú queriendo luchar contra otros extranjeros. ¿Qué diferencia habría entonces? Estamos luchando contra este régimen extranjero principalmente porque nos han impuesto su tiranía, no porque sean extranjeros.


Todos los regímenes despóticos deben ser derrocados. Incluso cuando un estado despótico decide adoptar una constitución o transformarse en un estado republicano, es responsabilidad de todos nosotros derrocar el gobierno que intentan establecer. Para establecer un gobierno republicano importarían el arsenal de la dominación política; y este arsenal sólo caerá en manos de los hombres. No será muy diferente del despotismo. Incluso si las mujeres y los hombres ostentan el poder juntos, no compartirían el poder político por igual, y seguiría existiendo una distinción entre los que ejercen el poder y los que son sus víctimas. No podemos entonces hablar de justicia mientras las mujeres sigan siendo dominadas por los hombres, ni podríamos hablar de justicia mientras a las mujeres se les imponga la voluntad de otras mujeres. Debemos finalmente abolir todos los gobiernos. Y sólo cuando nos hayamos deshecho de todos los gobiernos, los hombres podrán tener los mismos derechos que los demás hombres, y las mujeres podrán ser iguales a las demás mujeres, y por tanto, hombres y mujeres serán iguales. ¿No es ésta la verdad universal?

Para deshacerse de los gobiernos, debemos considerar la posibilidad de la propiedad común de los bienes. Mi argumento es que la división social entre ricos y pobres tiene su origen en la existencia de la estructura de clases; frente a la idea de que los ricos abandonan su humanidad esclavizando a los pobres como lo hacen, tenemos que buscar la explicación dentro de esa estructura de clases. Por ejemplo, los ricos de China. Las mujeres suelen ser consideradas con el mayor desprecio por la clase rica. Cuanto más rica es la familia de un hombre, más concubinas tiene; cuanto más riqueza acumula un hombre, más licencioso es su comportamiento. La mayoría de los que van a los burdeles y visitan a las prostitutas son hombres ricos. Mientras exista la clase masculina, las mujeres siempre sufrirán el daño que les causan. Para erradicar las causas de la distribución desigual de la riqueza entre hombres y mujeres, hay que compartir tanto la tierra como la propiedad. Este es el único camino que conducirá a la igualdad para todos, para que los hombres no puedan ceder a sus deseos licenciosos cuando sus necesidades básicas estén satisfechas y las mujeres no tengan que vender sus cuerpos y humillarse para alimentarse.

De este modo, todos recuperarían sus derechos y las mujeres podrían por fin reivindicarlos. Recuerda que el objetivo de la lucha de las mujeres es nada menos que la consecución de la justicia universal para todos. Nuestro objetivo no es vengarnos de los hombres por todos los males que nos han infligido a lo largo de los años, ni hacer que se sometan y obedezcan la ley de las mujeres. Pocas mujeres en China parecen entenderlo; muchas no comprenden su propia situación ni cómo han llegado a ella.


Traducido por Joya

Original: www.partage-noir.fr/he-yinzhen-a-propos-de-la-revanche-des-femmes-prem